Memoria Holocausto

Biblioclastia

Exposición 27 de enero al 28 de febrero

«Desde el origen de la Humanidad hemos dejado señales escritas. Hemos escrito sobre piedra, sobre láminas de bambú, sobre tablas de arcilla, sobre papiro, sobre seda, sobre pergamino, sobre papel… La escritura, junto con la transmisión oral, es el lugar de la memoria.»

El afán por destruir los libros y las bibliotecas ha sido ejercido por jueces, letrados e iletrados, ricos y pobres, sacerdotes de todos los dioses, políticos y poderosos. Paralelamente al deseo de conocer ha crecido el odio total a un objeto singular, el libro. Desde el origen de la Humanidad se han saqueado las bibliotecas y se han quemado los libros. La voluntad de destruir los libros es una forma de actuar como si nunca hubieran existido. Este impulso humano, voluntario, por destruir lo que está escrito recibe un nombre: biblioclastia.

Umberto Eco quiso establecer tres formas de “biblioclastia”: la que nace del abandono, la incuria y la carencia de medios para mantener los libros y las bibliotecas; la que tiene su origen en la rapiña y el interés y destroza los libros y las bibliotecas para multiplicar las ventas y los beneficios; y, por último, la que tiene su origen en el fanatismo que no soporta la existencia de un pasado, que niega un futuro que no puede diseñar y que sospecha de un presente que no puede controlar.  Esta forma de biblioclastia siempre ha sido el anticipo de un horror mayor. La quema de libros augura otras hogueras. Lo escribió Heinrich Heine en 1817: “Sólo fue el preludio, allí donde se queman libros, se termina quemando personas

Biblioclastia

Exposición 27 de enero al 28 de febrero

«Desde el origen de la Humanidad hemos dejado señales escritas. Hemos escrito sobre piedra, sobre láminas de bambú, sobre tablas de arcilla, sobre papiro, sobre seda, sobre pergamino, sobre papel… La escritura, junto con la transmisión oral, es el lugar de la memoria.»

El afán por destruir los libros y las bibliotecas ha sido ejercido por jueces, letrados e iletrados, ricos y pobres, sacerdotes de todos los dioses, políticos y poderosos. Paralelamente al deseo de conocer ha crecido el odio total a un objeto singular, el libro. Desde el origen de la Humanidad se han saqueado las bibliotecas y se han quemado los libros. La voluntad de destruir los libros es una forma de actuar como si nunca hubieran existido. Este impulso humano, voluntario, por destruir lo que está escrito recibe un nombre: biblioclastia.

Umberto Eco quiso establecer tres formas de “biblioclastia”: la que nace del abandono, la incuria y la carencia de medios para mantener los libros y las bibliotecas; la que tiene su origen en la rapiña y el interés y destroza los libros y las bibliotecas para multiplicar las ventas y los beneficios; y, por último, la que tiene su origen en el fanatismo que no soporta la existencia de un pasado, que niega un futuro que no puede diseñar y que sospecha de un presente que no puede controlar.  Esta forma de biblioclastia siempre ha sido el anticipo de un horror mayor. La quema de libros augura otras hogueras. Lo escribió Heinrich Heine en 1817: “Sólo fue el preludio, allí donde se queman libros, se termina quemando personas