Llevamos siglos discutiendo el significado de la música, debatiendo entre el formalismo y el emotivismo, entre el expresionismo y el racionalismo. Sin duda alguna, en algo coincidimos: la música nos es comunicada a través de la percepción. Percutir un cuerpo de madera o una membrana de piel, expulsar aire a través del metal o la madera, acariciar teclas, pulsar cuerdas tensadas y acompañar con la voz humana es un auténtico milagro de síntesis cultural.
Cuando ese milagro se entrelaza con los elementos que conforman una identidad, como sucede con la tradición sefardí, el resultado es una de las expresiones artísticas más sublimes del legado judío. La música ha estado presente en la Casa de Sefarad, museo ubicado en pleno corazón de la judería de Córdoba, desde el inicio de su travesía como proyecto cultural.
Hemos acogido decenas y decenas de conciertos con artistas procedentes de los cuatro puntos cardinales: Túnez, Estambul, Sevilla, Montreal, Córdoba, Madrid, Marrakech, Lisboa, París, Málaga, Granada, Tánger, Berlín, Tel Aviv, Orán, Jerusalén… En nuestra programación han resonado los ecos de la música andalusí, los ritmos klezmer, voces pakistaníes y flamencas, romances y kantikas sefardíes, cantos sufíes, sonidos vanguardistas del saxofón, fados portugueses, cantigas del medievo, jazz, cantos bizantinos, cantautores, danza de la India, y también piezas clásicas de Dvořák, Schubert, Paganini, Pergolesi…
En este museo sobre la cultura sefardí en Córdoba, la música ha sido siempre más que un complemento: ha sido brújula y horizonte. En el viaje de la Casa de Sefarad, sin la música, habríamos perdido el rumbo. La música ha sido el viento favorable que, según Séneca, nos facilita llegar a buen puerto. Y lo sigue siendo, como parte fundamental de nuestras actividades culturales sobre el legado sefardí y del diálogo entre culturas que promovemos desde este espacio patrimonial.
Llevamos siglos discutiendo el significado de la música, debatiendo entre el formalismo y el emotivismo, entre el expresionismo y el racionalismo. Sin duda alguna, en algo coincidimos: la música nos es comunicada a través de la percepción. Percutir un cuerpo de madera o una membrana de piel, expulsar aire a través del metal o la madera, acariciar teclas, pulsar cuerdas tensadas y acompañar con la voz humana es un auténtico milagro de síntesis cultural. Si añadimos a esto el contacto con los elementos culturales que conforman una identidad, tenemos como resultado una de las expresiones artísticas más sublimes.
Las músicas, la música ha estado presente en Casa de Sefarad desde el inicio de su travesía. Hemos acogido decenas y decenas de conciertos con artistas procedentes de los cuatro puntos cardinales: Túnez, Estambul, Sevilla, Montreal, Córdoba, Madrid, Marrakesh, Lisboa, París, Málaga, Granada, Tánger, Berlín, Tel Aviv, Orán, Jerusalén… Hemos escuchado y disfrutado de los cantos y la música andalusí, de los ritmos klezmer, de voces pakistaníes y flamencas, romances y kantikas de la tradición sefardí, cantos sufíes, sonidos vanguardistas del saxofón, fados portugueses, cantigas del medievo, jazz, cantos bizantinos, cantos de autor, danza de la India y, también, piezas de Dvorak, Schubert, Paganini, Pergolesi… En el viaje de Casa de Sefarad, sin la música, habríamos perdido el rumbo. La música ha sido el viento favorable que, según Séneca, nos facilita llegar a buen puerto.
Llevamos siglos discutiendo el significado de la música, debatiendo entre el formalismo y el emotivismo, entre el expresionismo y el racionalismo. Sin duda alguna, en algo coincidimos: la música nos es comunicada a través de la percepción. Percutir un cuerpo de madera o una membrana de piel, expulsar aire a través del metal o la madera, acariciar teclas, pulsar cuerdas tensadas y acompañar con la voz humana es un auténtico milagro de síntesis cultural. Si añadimos a esto el contacto con los elementos culturales que conforman una identidad, tenemos como resultado una de las expresiones artísticas más sublimes.
Las músicas, la música ha estado presente en Casa de Sefarad desde el inicio de su travesía. Hemos acogido decenas y decenas de conciertos con artistas procedentes de los cuatro puntos cardinales: Túnez, Estambul, Sevilla, Montreal, Córdoba, Madrid, Marrakesh, Lisboa, París, Málaga, Granada, Tánger, Berlín, Tel Aviv, Orán, Jerusalén… Hemos escuchado y disfrutado de los cantos y la música andalusí, de los ritmos klezmer, de voces pakistaníes y flamencas, romances y kantikas de la tradición sefardí, cantos sufíes, sonidos vanguardistas del saxofón, fados portugueses, cantigas del medievo, jazz, cantos bizantinos, cantos de autor, danza de la India y, también, piezas de Dvorak, Schubert, Paganini, Pergolesi… En el viaje de Casa de Sefarad, sin la música, habríamos perdido el rumbo. La música ha sido el viento favorable que, según Séneca, nos facilita llegar a buen puerto.